lunes, noviembre 30, 2015

Subtítulo

De primera calidad, enjambre de tropiezos con granos de arena. La piedra en el camino enterrada bajo el barro que dejó un mar de emociones. Imágenes puras de solsticios de invierno que atraen besos de primera calidad. 

sábado, noviembre 14, 2015

Ladrido

Tirado aquí trato de recordar el cómo y el por qué de mi situación actual. No recuerdo haber despertado, pero tampoco recuerdo haber estado dormido, menos por tanto tiempo. Trato y trato de recordar y sólo se me vienen tres números a la cabeza, nada muy original: 3, 2, 1… 3, 2, 1… 3, 2, 1… 

Por más que lo intento no lo entiendo, no entiendo cómo llegué aquí. A la nada.
No recuerdo tampoco haber bebido tanto como para haberlo olvidado todo, no puedo mover mis pies, mis manos, ni siquiera mi cabeza. Siento una desesperación repentina, pero tampoco puedo gritar, no puedo hablar.

Luego de los números recuerdo algo. Un sonido, un pito en mis oídos y un silencio rotundo, así como ahora. 

Me siento húmedo ¿Será el calor? ¿Hará calor?  Sigo esperando, intentando mover alguna extremidad, siento un sueño inmenso. Luego la desesperación. No lo entiendo. 

Nuevamente intento recordar y el sonido ataca mis recuerdos. Todo es tan confuso. 
Ahora siento hambre, un hambre voraz, me desespero y dejo escapar unos gemidos bastante extraños, me comienzo a contorcionar. Suena mi estomago. 

Comienzo a recordar. Recuerdo mi habitación que no es la misma en la que estoy, lo sé por el olor. Recuerdo a mi mujer, a mis hijos, a mi mascota. Recuerdo unas ganas de escapar, de huir, de salir corriendo y terminar con todo, pero ¿con qué? No lo sé. 

El hambre interrumpe mis recuerdos, ¿Estaré así por mucho tiempo? 

Recuerdo mis manos, una sensación, un metal frío, un peso muerto sobre mis manos, sensación de angustia nuevamente. Escucho los gritos de mi mujer, escucho los llantos de mis hijos. ¡Qué pasó! ¡Por qué gritarán tanto!

¡El hambre, no soporto el hambre! 

Puedo arrastrarme, estoy boca abajo y por fin puedo hacer algo: Gimo, gimo lo más que puedo, intento pedir ayuda, pero no pasa nada. Me arrastro.

Como extraño a mi mujer y a mis hijos en este momento, creo que jamás lo había hecho así antes. Quiero llorar. Tampoco puedo. 

El olor que siento me recuerda a mis hijos, a esa mañana en la clínica, cuando los olí por primera vez, veo la cara de mi mujer y la responsabilidad que sentí.

Recuerdo las ganas de huir y me dan la fuerza para seguir arrastrándome. El hambre que siento es indescriptible, comienzo a gemir y a sentir un aroma que alivia mi pesar, un aroma que me recuerda a mi madre, la extraño y recuerdo su muerte, su cara pálida detrás de un cristal. 

Recuerdo nuevamente mis ansias de escapar y veo una salida, una salida fácil, el metal 3, 2, 1 y el sonido, los gritos de mi mujer, mi angustia, los llantos de mis hijos.  El ladrido de mi mascota me despierta. 

Sigo arrastrándome y siento un calor acogedor, un aroma maternal. Casi por instinto comienzo a succionar. Succiono y succiono, tibio, azucarado y albo elixir consumido por instinto, puedo recordar pero no ya no quiero, tomé una decisión y ya no hay vuelta atrás, pero ¿Qué salió mal? Acaso una bala no fue suficiente para solucionar mis problemas.

El ladrido de mi mascota me despierta. Escucho a mi mujer y a mis hijos, ya no lloran. Recuerdo, pero ya no quiero recordar ¡No quiero recordar! ¡Necesito olvidar!  Necesito llorar, gritar, escapar. Ya no puedo escapar, comienzo a succionar, succiono para olvidar, no hay vuelta atrás. Entonces cuando mi pelaje se eriza, y me doy cuenta que mis patas no se pueden mover, comprendo que está vez, estaré atrapado en mi propio hogar.